Dicen que es un sentimiento
común, entre los enamorados, querer separarse del mundo, para construir beso
tras beso el mundo propio.
Que pareciera que los amantes necesitan labrar con
sus manos un lecho en donde dormir, un lugar cálido donde el murmullo del
exterior no pueda penetrar.
Por supuesto que no se equivocan. Los enamorados
amamos la soledad en que nos hacemos compañía. Amamos los instantes en que el
silencio embarga nuestros corazones y los llena de ese sabor dulce que solo lo
encontramos en labios de la pareja.
Pero hay ocasiones, en que ese nicho construido se rompe ante las inclemencias del mundo. Los gritos,
sollozos, exigencias rompen la guarida y hacen que se riegue el amor, el lecho
que con tanto trabajo se había construido.
Sin embargo, a un cuando esto pareciera
lo mas peligroso, la verdad es que el mayor peligro es el que viene del mismo
nicho. La fuerza centrífuga que el amor compone, que las caricias a quemarropa
y las palabras suaves adornadas de te quiero, han conformado, son el cáncer que
al amor corroe. Los celos, la inseguridad, el miedo, son solo bombas de tiempo
que hacen estallar en mil pedazos al amor.
Como quisiera que el mundo dejara
en paz nuestra armonía. Que simplemente nos ignorara y dejara que siguiéramos nuestros pasos en la arena. Pero mas desearía, que tus miedos internos, no nos
separaran.